Los estudios no mienten: El estrés crónico tiene graves consecuencias para la salud. Aquí analizaremos qué es el estrés, el impacto que la exposición repetida al estrés, o “estrés crónico”, tiene en el organismo, los síntomas físicos y mentales que puede provocar el estrés crónico y las formas naturales de calmar el estrés y minimizar su aparición.
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El impacto del estrés crónico en el organismo
El estrés se define como factores mentales, físicos o emocionales que provocan una acumulación de tensión en el organismo de una persona afectada, lo que da lugar a manifestaciones negativas para la salud. Los factores estresantes físicos pueden tener una base ambiental, como los derivados del trabajo de una persona, las presiones familiares o las ansiedades sociales. En algunos casos, el estrés puede estar provocado por problemas internos, como el dolor o los problemas de salud asociados a una enfermedad.
A nivel biológico, la exposición continua al estrés estimula la producción de importantes sustancias químicas corporales conocidas como hormonas. Estas sustancias desempeñan un papel vital en el correcto funcionamiento del organismo. Numerosos sistemas y órganos internos no podrían ejecutar muchas funciones humanas básicas sin la influencia de las hormonas.
Dicho esto, una persona que se enfrenta a periodos continuos de mayor tensión experimenta una concentración corporal elevada de hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. En rachas cortas, las concentraciones elevadas de hormonas permiten a las personas hacer frente a las presiones cotidianas y adaptarse a la tensión y, si es necesario, al peligro. Sin embargo, unas mediciones hormonales elevadas y continuadas pueden hacer que muchos sistemas corporales reaccionen de forma exagerada y produzcan innumerables síntomas desagradables, incluso peligrosos.
Los síntomas del estrés
Como ya se ha señalado, los episodios repetidos de estrés pueden afectar negativamente a muchas regiones corporales, como:
El cerebro y el sistema nervioso
El cerebro responde al aumento de episodios estresantes liberando lo que se conoce como “hormonas del estrés”. Estas sustancias químicas, como el cortisol y la adrenalina, no sólo pueden provocar tensión, ansiedad y depresión, sino también encogimiento cerebral y daños en las células cerebrales que, a la larga, pueden desembocar en problemas cognitivos como pérdida de memoria, dificultades de concentración y diversos trastornos del aprendizaje.
El sistema cardiovascular
Los niveles elevados de hormonas del estrés pueden aumentar la presión sobre el corazón y el sistema circulatorio de una persona afectada. Los síntomas resultantes pueden ser hipertensión arterial, palpitaciones (latidos del corazón fuertes), pulso acelerado (frecuencia cardiaca anormalmente alta) y daños en los vasos sanguíneos que, a la larga, pueden provocar infartos, derrames cerebrales y otros trastornos.
Problemas digestivos
El estrés puede afectar negativamente al sistema digestivo de un enfermo crónico. La tensión puede precipitar problemas como dolor de estómago, síntomas gastrointestinales como gases, hinchazón, diarrea y estreñimiento y, en casos graves, trastornos nutricionales.
Alteraciones del sistema inmunitario
El estrés crónico puede causar una acumulación de inflamación dentro de las células, tejidos y órganos del cuerpo. La inflamación puede destruir y debilitar los tejidos corporales, dejando así las regiones afectadas susceptibles de enfermar.
Aumento de las molestias y dolores corporales
El aumento de la inflamación también puede dar lugar a molestias musculares que producen dolor y lesiones, así como a una sensación general de malestar y fatiga.
Disminución de la libido
El estrés también puede tener un impacto negativo en las hormonas sexuales como la testosterona y el estrógeno. Las fluctuaciones de las hormonas sexuales pueden provocar una disminución del deseo sexual y problemas de rendimiento sexual, como la disfunción eréctil.
Es importante señalar que algunos de los síntomas mencionados, si no todos, podrían estar causados por una serie de enfermedades y trastornos. Por lo tanto, es importante que cualquier persona que experimente tales manifestaciones hable con sus proveedores de salud, que pueden realizar un examen físico completo para descartar la presencia de otras enfermedades más graves.
Métodos naturales para reducir el estrés
Si los síntomas físicos o psicológicos incómodos pueden correlacionarse con el estrés, hay varios métodos naturales que podrían ser elegidos para emplearse con el fin de aliviar o posiblemente eliminar los incidentes de estrés. Los métodos específicos incluyen:
Practicar técnicas de relajación
Los ejercicios de respiración, así como las acciones para calmar la mente y el cuerpo, como el yoga, podrían reducir los casos individuales de estrés.
Consumir una dieta sana
Limitar la ingesta de alimentos que contienen productos poco saludables, como grasas malas, sal y azúcar, y aumentar el consumo de productos comestibles sanos y nutritivos puede ayudar al organismo a combatir mejor las infecciones provocadas por un sistema inmunitario debilitado.
Encontrar un escape productivo
Las personas pueden aliviar el estrés dedicando tiempo a participar en un método productivo de liberación del estrés como el ejercicio o a través de una afición como la jardinería, la lectura, ver películas o cocinar.
Reír
Es un hecho sabido que la risa libera tensiones y mejora el estado de ánimo general del individuo.
Crear un grupo de personas de apoyo
A veces, contar con un grupo de personas que simpatizan con las circunstancias de uno también podría ofrecer una buena salida de la tensión. Ergo, el cultivo de unas pocas personas que estén dispuestas a escuchar podría proporcionar una sólida vía de liberación de tensiones.
Complementar la dieta con suplementos naturales
Numerosos suplementos nutricionales y dietéticos contienen ingredientes naturales como la lavanda, de la que se sabe que posee propiedades reductoras del estrés. Además, ciertos suplementos contienen sustancias químicas conocidas como adoptógenos. Estas sustancias químicas poseen propiedades que mejoran la capacidad del sistema nervioso para adaptarse a un entorno específico y, en particular, para reaccionar en momentos de mayor estrés o peligro. Algunos adoptógenos herbales destacados son la maca, el ginseng y el eleutero.