Hoy en día muchos de nosotros podemos percibir un masaje como un lujo, sin otro propósito que el disfrute. Sin embargo, en realidad el masaje tiene una larga y variada historia como tratamiento médico. El masaje se utiliza para curar el cuerpo y la mente desde hace al menos 4.000 años. Las primeras menciones escritas del masaje como medicina se encuentran en la antigua literatura de la Medicina Tradicional China (MTC). Desde entonces, los beneficios del masaje para la salud han pasado a ser de dominio público, y se han desarrollado muchas formas de masaje específicas para mejorar la salud. Existen casi cien estilos distintos de masaje, cada uno con un objetivo único.
Evolución del masaje
El masaje se popularizó en Estados Unidos en la década de 1850, cuando se introdujo en el país el masaje sueco. En este siglo se abrió la primera clínica de masajes estadounidense. En Alemania, el masaje se introdujo por primera vez a finales del siglo XIX. La práctica del masaje siguió gozando de gran popularidad durante muchas décadas. Sin embargo, en la vida moderna del siglo XXI, el masaje ha caído en desgracia como práctica sanitaria habitual. Las encuestas realizadas por la Asociación Americana de Terapia de Masaje han revelado que sólo el 19% de los estadounidenses recibe al menos un masaje al año.
Es lamentable que pocas personas reciban masajes con regularidad, ya que hacerlo tiene muchos y potentes beneficios para la salud. La estimulación de los tejidos blandos favorece la circulación, estimula el sistema linfático que drena el organismo de residuos y toxinas y modifica los niveles de diversas hormonas.
El masaje reduce el estrés y refuerza la inmunidad
El cortisol es la hormona más asociada al estrés. El estrés mental o físico aumenta los niveles de esta hormona, y los niveles crónicamente elevados de cortisol plantean diversos riesgos para la salud. Se ha demostrado científicamente que un masaje reduce los niveles de cortisol.
Un estudio sobre este tema se publicó en el Journal of Alternative and Complementary Medicine y utilizó como sujetos a 53 adultos. Los investigadores los dividieron en dos grupos y sometieron a un grupo a un masaje sueco y al otro a un masaje de toque ligero. Este régimen de masaje debía realizarse durante 45 minutos, una o dos veces por semana durante cinco semanas.
Los resultados del estudio demostraron que el masaje sueco es más eficaz que el masaje suave para reducir los niveles de cortisol y aumentar los de oxitocina, una hormona asociada a la confianza, la felicidad, el vínculo emocional y el bienestar. Los voluntarios que se sometieron al masaje sueco también mostraron indicios de un aumento del recuento de glóbulos blancos, señal de una mayor capacidad inmunitaria.
Disminución del estrés, mejora del estado de ánimo y del sistema inmunitario son sólo algunas de las grandes ventajas de recibir un masaje. Esta práctica puede ser eficaz para tratar problemas médicos como ansiedad, depresión, trastornos digestivos, fibromialgia, dolor de cabeza, hipertensión, insomnio, rigidez y dolor muscular y lesiones deportivas. Las propiedades curativas del masaje son tan potentes que los estudios han demostrado incluso que los bebés prematuros crecen mucho más rápido cuando se les da un masaje.
Como el masaje reduce el estrés y libera endorfinas, también puede ser una medida preventiva eficaz. Recibir masajes con regularidad probablemente reducirá el riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales. Dado que los altos niveles de estrés están asociados a la muerte prematura, los masajes regulares podrían incluso alargar su vida.
Los beneficios del masaje no sólo afectan a quien lo recibe
Recibir un masaje es estupendo para la mente y el cuerpo. Sorprendentemente, dar un masaje puede tener un efecto similar. Un estudio realizado en la Universidad de Northumbria (Reino Unido) y presentado en la Conferencia Anual de la Sociedad Británica de Psicología de 2017 demostró este hecho.
Los investigadores hicieron que 19 parejas se dieran masajes mutuamente en el contexto de un curso educativo de masajes de tres semanas de duración. Uno de los miembros de la pareja recibía masajes y el otro hacía de masajista. Los investigadores midieron la salud física y emocional de los participantes antes y después del curso de masaje y descubrieron que tanto el que daba el masaje como el que lo recibía disfrutaban de menos estrés y de un bienestar físico y emocional significativamente mejor después del curso.
Aprovechar los beneficios del masaje para la salud
Los beneficios del masaje son demasiado grandes para ignorarlos. Las personas que reciben masajes con regularidad gozan de mejor salud física y bienestar general. Puesto que las propiedades del masaje se aplican tanto a quien lo da como a quien lo recibe, el masaje es la actividad relajante perfecta para empezar a hacer regularmente con su pareja. Además de los efectos que el masaje tiene sobre el individuo, la oxitocina liberada durante un masaje fomentará el vínculo emocional con su pareja. Esto significa que la práctica regular de masajes mutuos puede fortalecer su relación a nivel neurológico.
No es necesario recibir masajes con mucha frecuencia para notar los beneficios. Un buen punto de partida es que usted y su pareja se den masajes por turnos durante 30 minutos cada uno, una vez a la semana. Los aceites o lociones de masaje facilitarán el masaje y lo harán más placentero. Los aceites de aromaterapia para masajes -por ejemplo, con infusión de lavanda- pueden hacer que la experiencia sea aún más agradable y relajante. Como ya se ha mencionado, los masajes de tejidos más profundos tienen mayores beneficios para la salud que los masajes suaves, así que asegúrese de masajear en profundidad.
Dedicar sólo una hora a la semana a darse masajes mutuamente proporcionará beneficios impresionantes, y puede constituir un gran componente de una romántica noche de cita. No obstante, asegúrese de consultar a su médico antes de recibir un masaje si padece un trastorno hemorrágico, fractura ósea, trombosis venosa profunda, osteoporosis grave, trombocitopenia grave o toma algún medicamento anticoagulante.