Desde 1990, el número de niños con sobrepeso y obesidad ha aumentado bruscamente en todos los continentes, hasta casi duplicarse. Aunque Estados Unidos tiene la prevalencia más alta, otros países no le van a la zaga. En el sur de Europa, incluidos Grecia, Italia y España, entre el 10 y el 15% de los niños son obesos, mientras que las tasas en los países de Europa del Este son ligeramente inferiores, pero aumentan rápidamente. Las consecuencias nocivas de esta epidemia ya son evidentes: hipertensión en los niños, diabetes de tipo 2 y otros problemas. En los adultos, estos problemas aumentan significativamente el riesgo de infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, enfermedades hepáticas, apnea obstructiva del sueño, artritis y ciertos tipos de cáncer, muchos de los cuales aparecen ahora a una edad más temprana. Sin embargo, los niños con obesidad también pueden desarrollar otros problemas de salud que merman gravemente su calidad de vida.
Los niños con sobrepeso son más propensos a desarrollar enfermedades de la piel relacionadas con el sistema inmunitario
Según una investigación, la obesidad infantil puede contribuir al desarrollo de enfermedades cutáneas inmunomediadas (EIM) comunes, como la alopecia areata, la dermatitis atópica y la psoriasis. Un peso saludable podría ayudar a reducir el riesgo de desarrollar estas enfermedades cutáneas. Un estudio reciente, publicado en la revista Journal of Investigative Dermatology, describe los resultados de un análisis de 2.161.900 niños coreanos entre 2009 y 2020 para investigar la asociación entre la obesidad o los cambios dinámicos en el peso corporal y el desarrollo de IMSD. Estas enfermedades cutáneas tienen un impacto perjudicial en la calidad de vida, incluido el bienestar emocional, físico, social y funcional, de los niños y sus familias. Aunque varios fármacos biológicos han demostrado su eficacia en el tratamiento de niños con dermatitis atópica o psoriasis, las limitadas opciones terapéuticas y la falta de ensayos clínicos de terapias sistémicas siguen constituyendo un importante reto terapéutico. Los mecanismos exactos responsables de la implicación de la obesidad en el desarrollo de enfermedades inflamatorias crónicas de la piel, como la psoriasis, la dermatitis atópica y las enfermedades malignas de la piel, siguen sin estar claros.
El estudio descubrió que los niños obesos tienen más probabilidades de desarrollar las enfermedades inflamatorias cutáneas más comunes que los niños de peso normal. Entre las tres IMSD más comunes, la dermatitis atópica mostró la tendencia más clara: los niños que aumentaron de peso (de peso normal a sobrepeso) tuvieron un mayor riesgo de desarrollar dermatitis atópica que los niños que mantuvieron su peso normal, y los niños que perdieron peso (de sobrepeso a peso normal) tuvieron un menor riesgo de desarrollar dermatitis atópica que los niños que mantuvieron su sobrepeso.Estos resultados subrayan la importancia de prestar atención al mantenimiento del peso en los niños que ya se encuentran en el rango de peso normal, ya que esto puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar dermatitis atópica. Además, debe fomentarse la prevención del aumento excesivo de peso y la pérdida de peso dirigida, incluida la introducción de estrategias de alimentación saludable en niños con obesidad para prevenir la dermatitis atópica, especialmente antes de la edad escolar.
Mayor riesgo de deficiencia de hierro
Otros estudios demuestran que los niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad tienen un riesgo significativamente mayor de padecer ferropenia. Investigadores de la Facultad de Ciencias de la Alimentación y Nutrición analizaron miles de estudios médicos de 44 países con personas menores de 25 años, en los que se registraron, junto con el peso, los niveles de hierro y de otras vitaminas y minerales. Descubrieron que la carencia de hierro se daba tanto en niños y adolescentes con peso inferior al normal como en aquellos con sobrepeso. En cambio, las carencias de zinc y vitamina A sólo se observaron en niños desnutridos, lo que llevó a los investigadores a concluir que la carencia de hierro en niños con sobrepeso se debe probablemente a una inflamación que altera los mecanismos que regulan la absorción del hierro.
La carencia de hierro en los niños afecta negativamente a las funciones cerebrales, como la atención, la concentración y la memoria, y puede aumentar el riesgo de trastornos como el autismo y el TDAH. Esta investigación reviste una enorme importancia dada la elevada prevalencia de la obesidad infantil. Los científicos esperan que sirva para que los médicos tomen conciencia del problema y mejoren la práctica clínica y la atención sanitaria. Sin embargo, cada vez se reconoce más que las deficiencias de vitaminas y minerales también pueden darse en personas con sobrepeso y obesidad que siguen una dieta pobre en nutrientes pero rica en energía, lo que se conoce como “hambre oculta”.
En los países de renta alta, se asocia a alimentos ultraprocesados con alto contenido en grasa, azúcar, sal y energía. Sin embargo, en los países de ingresos bajos y medios, la obesidad suele asociarse a la pobreza y a dietas monótonas con opciones limitadas de alimentos básicos como el maíz, el trigo, el arroz y las patatas. Muchos países en desarrollo se enfrentan ahora a una doble carga de malnutrición y sobrealimentación debido al rápido aumento de la prevalencia mundial de la obesidad en las últimas décadas, sobre todo entre los niños de 5 a 19 años. Estas alarmantes cifras ponen de relieve que la detección de carencias de micronutrientes en el contexto de la doble carga de la malnutrición sigue siendo fundamental para la salud infantil. El estado del hierro puede ser una señal de alerta temprana, pero el verdadero problema es que la inflamación persistente conduce a enfermedades cardiacas, diabetes e hígado graso. Se ha demostrado que el aumento de la actividad física y una mejor nutrición reducen la inflamación y mejoran el estado del hierro en los niños.
Cómo afecta el IMC de un niño a su función pulmonar
Un IMC anormal en los niños -ya sea alto o bajo- también puede asociarse a un deterioro de la función pulmonar. Sin embargo, si el IMC se normaliza antes de que los niños alcancen la edad adulta, el deterioro puede compensarse, informan investigadores del Instituto Karolinska.
En una de cada diez personas, el desarrollo de la función pulmonar se ve afectado en la infancia, por lo que no pueden alcanzar la capacidad pulmonar máxima en la edad adulta. Esto aumenta el riesgo de padecer problemas de salud graves, como enfermedades cardiovasculares, pulmonares y diabetes. Uno de los factores de riesgo asociados al deterioro de la función pulmonar es el peso y la estatura anormales. El índice de masa corporal (IMC) más utilizado tiene en cuenta el peso, pero no la composición muscular y grasa. Estudios anteriores han analizado la correlación entre el IMC y la función pulmonar, con resultados diversos. Investigadores suecos demuestran ahora que, efectivamente, existe una correlación cuando el IMC se desvía del valor normal, en ambas direcciones.
La intervención precoz es importante
Los participantes podían clasificarse en distintos grupos de IMC, que empezaban a diferir a la edad de dos años. A diferencia de los niños con un IMC normal, los que tenían un IMC persistentemente alto o un aumento acelerado del IMC en la edad adulta presentaban una función pulmonar deficiente, principalmente debido a la restricción del flujo de aire en los pulmones, una afección conocida como obstrucción. Curiosamente, los investigadores observaron que en el grupo con un IMC inicialmente elevado pero normalizado antes de la pubertad, la función pulmonar no se vio afectada en la edad adulta. Esto demuestra la importancia de optimizar el crecimiento de los niños en la primera infancia, así como en los primeros años escolares y la adolescencia. Un IMC bajo estable también podría asociarse a una función pulmonar reducida causada por un crecimiento pulmonar insuficiente. En estos casos, el IMC no se normalizó en el transcurso del estudio.
El estudio actual se basó en el proyecto BAMSE, en el que se realizó un seguimiento de más de 4.000 niños desde el nacimiento hasta los 24 años de edad. El IMC se midió repetidamente durante este periodo, un máximo de 14 veces. El presente estudio incluyó a 3.200 participantes con al menos cuatro mediciones del IMC, y la función pulmonar se midió mediante espirometría a las edades de 8, 16 y, por último, 24 años. En ese momento, también se midió la función de las vías respiratorias menores mediante el volumen de nitrógeno exhalado. También se tomaron muestras de orina para poder analizar las sustancias metabolizadas. Las muestras de orina del grupo con un IMC elevado mostraron un aumento de los niveles de metabolitos del aminoácido histidina, lo que confirma las observaciones de otros investigadores que constataron un aumento similar en pacientes con asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
¿Cómo puede reducirse el IMC en los niños? Aumentar la actividad física diaria es importante, pero a menudo no basta para influir significativamente en la tasa de sobrepeso y obesidad infantil. El aumento de productos con alto contenido en azúcar y el consumo de alimentos ultraprocesados también contribuyen significativamente. Una dieta consistente en alimentos equilibrados y variados, preferiblemente frescos y no procesados, así como tentempiés saludables (por ejemplo, verduras y fruta) como alternativa a los dulces, podrían ser medidas útiles para tener el problema bajo control a largo plazo.