El miedo al contagio, los problemas económicos, la preocupación por la incertidumbre del futuro y el aislamiento de la familia y los amigos: la mayoría de las personas han experimentado al menos una de estas situaciones en el último año. Todavía estamos en medio de la pandemia, pero las consecuencias sanitarias (a largo plazo) están haciendo mella, especialmente en la salud mental.
Un estudio estadounidense que examinó el impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental y el bienestar de 6.938 personas de 55 años o más descubrió que al menos una de cada tres sufre depresión, ansiedad y soledad, y que la prevalencia aumenta con la edad.
La pandemia hace mella en los niños y adolescentes
Un dato especialmente preocupante: la pandemia ha supuesto un estrés incomparable para niños y adolescentes, que puede percibirse como traumático. Un estudio chino que entrevistó a 8.140 niños y adolescentes de entre 12 y 18 años descubrió que el 37,4% tenía síntomas de un trastorno de ansiedad y el 43,7% de depresión. Estos últimos se manifestaban principalmente en un escaso interés o placer por hacer cosas (53,9 por ciento), así como en agotamiento o fatiga (48,4 por ciento).
Un momento difícil para los enfermos mentales, las mujeres embarazadas y las madres jóvenes
Según el cuadro clínico, la pandemia también ha exacerbado los síntomas preexistentes de la enfermedad mental, debido a su prolongada duración y a la falta de previsibilidad. La pandemia también ha supuesto un reto extremo para las mujeres embarazadas y las madres jóvenes en términos de salud mental. Un estudio mostró un aumento significativo de los trastornos de depresión y ansiedad en este grupo desde su inicio.
Síndrome post-COVID-19
Las consecuencias a largo plazo del COVID-19 aún no se han investigado del todo. Sin embargo, los médicos han advertido de una pandemia “oculta”: una pandemia relacionada con los trastornos mentales que afecta a cada grupo de edad y también a los que han tenido síntomas leves.
En un estudio relacionado con el impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental, una quinta parte de las personas con COVID-19 informaron de síntomas neurológicos persistentes, como dolores de cabeza o náuseas, incluso después de la recuperación. La mitad de ellos dijeron tener problemas de salud mental, como depresión y trastornos de ansiedad, así como insomnio.
La serotonina es un factor clave en la depresión
Los procesos fisiopatológicos exactos que conducen a la depresión aún no se han establecido por completo. Sin embargo, estudios recientes demuestran que un desequilibrio entre diferentes hormonas y neurotransmisores, especialmente la serotonina, suele ser el culpable.
La serotonina es un mensajero versátil que nos da energía por la mañana y mejora nuestro estado de ánimo, entre otras cosas. Además, está estrechamente relacionada con la hormona del sueño, la melatonina. Esto significa que la deficiencia de serotonina puede ser una causa indirecta de los trastornos del sueño.
Una forma de restablecer el equilibrio de la serotonina es reducir o bloquear su recaptación, que es como funcionan los llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Se utilizan para tratar la depresión, pero pueden tener efectos secundarios graves.
Tratamiento sin efectos secundarios
Por el contrario, los precursores de la serotonina, el triptófano y el 5-hidroxitriptófano (5-HTP), son suplementos dietéticos que restablecen el equilibrio hormonal con la ayuda de sustancias fisiológicas y que no tienen ningún efecto secundario.
La serotonina en sí misma no puede ser suministrada desde el exterior. Sin embargo, suministrar al cuerpo los componentes básicos que necesita para una producción saludable de serotonina puede promover niveles óptimos de serotonina. Un esquema de dosificación optimizado cronobiológicamente proporciona muy buenos resultados sin efectos secundarios indeseables. Para conseguirlo, se combinan dosis bajas y de liberación rápida de 5-HTP con triptófano de liberación retardada en dosis medias y altas.