Hace tiempo que sabemos de la importante conexión entre el intestino y el cerebro, que transmite mensajes en ambas direcciones; de hecho, algunos investigadores han llegado a denominar al intestino como el “segundo cerebro”. Nuevos conocimientos sobre esta conexión sugieren que la salud intestinal puede influir en el estado de ánimo y el bienestar general, lo que subraya la importancia de mantener un microbioma intestinal sano y diverso.
¿Cómo están conectados el intestino y el cerebro?
Hace tiempo que sabemos que existe una conexión intestino-cerebro que transmite mensajes en ambas direcciones. Por ejemplo, cuando el cerebro nos dice que es hora de comer, envía señales al intestino que desencadenan la sensación de un estómago rugiente. A la inversa, los problemas gastrointestinales pueden provocar señales al cerebro que causan ansiedad o episodios depresivos. Esta relación ha llevado a descubrir que muchos trastornos metabólicos pueden originarse en el intestino y acabar afectando a los demás órganos del cuerpo.
Una de las formas en que el intestino puede influir en el metabolismo es permitiendo que determinados tipos de microbios denominados endotoxinas se filtren en el suministro de sangre. Una vez que las endotoxinas superan el revestimiento del estómago y entran en el torrente sanguíneo, pueden desencadenar una respuesta del sistema inmunitario. En respuesta a estas endotoxinas, el sistema inmunitario inicia la inflamación, creando una barrera que impide la propagación de estos microbios extraños. Sin embargo, este proceso natural también crea una mayor resistencia a la insulina y las leptinas, que son las hormonas responsables de controlar el hambre. A través de esta cadena de acontecimientos, estas endotoxinas nocivas pueden conducir a la obesidad, la diabetes de tipo 2 y la enfermedad del hígado graso.
El intestino también tiene su propio sistema nervioso, llamado sistema nervioso entérico (SNE), que envía mensajes directamente al cerebro. Como está formado por más de 500 millones de neuronas y funciona de forma independiente, muchos científicos lo consideran un segundo cerebro. Este sistema de neuronas regula la digestión al provocar la liberación de ácidos estomacales que descomponen los alimentos en el intestino. También controla la contracción y expansión de ciertos músculos que también forman parte del proceso digestivo.
El SNE utiliza el nervio vago, que se extiende desde el cerebro hasta el abdomen, para enviar mensajes de ida y vuelta entre el cerebro y el intestino. Así es como se transmite al cerebro la información sobre los problemas gastrointestinales. Esta conexión también transporta la serotonina, un neurotransmisor del bienestar, desde el intestino hasta el cerebro. Investigaciones más recientes han descubierto que las neuronas del intestino también utilizan esta vía para enviar mensajes a las neuronas del propio nervio vago.
¿Cómo afecta la conexión intestino-cerebro a la salud mental?
Un estudio realizado en la Universidad Flinders de Australia descubrió una importante actividad entre las neuronas del revestimiento intestinal y las del nervio vago. Los investigadores examinaron más de cerca el SNE y su interacción con el intestino para ver cómo la comunicación entre el intestino y el cerebro puede afectar al desarrollo de enfermedades. Esperaban que sus hallazgos pudieran conducir a nuevos tratamientos para las enfermedades metabólicas. Centraron su investigación en las neuronas viscerofugales de la pared del intestino, examinando específicamente cómo esas neuronas interactuaban con las de la médula espinal.
Utilizando ratones, los investigadores se centraron en el colon porque éste gira en un movimiento circular mientras se contrae. Este proceso se conoce como complejo motor colónico y, aunque se desconoce la razón, investigaciones anteriores han descubierto que las neuronas viscerofugales son muy activas cuando el colon se contrae. Durante el estudio, los investigadores controlaron la actividad del colon y el disparo de impulsos eléctricos, que designaban la actividad de las neuronas viscerofugales.
Descubrieron que los cambios en el colon hacían que las neuronas se dispararan a un ritmo acelerado. También observaron que el disparo de esas neuronas se sincronizaba para coincidir con la actividad de las neuronas que se encuentran dentro de la médula espinal. Los investigadores creen que así es como las neuronas del SNE del intestino envían información al sistema nervioso simpático de la médula espinal. Desde allí, la información se transmite al cerebro. Se cree que este sistema de transmisión de mensajes es el responsable de vincular el bienestar emocional con las condiciones físicas, especialmente los cambios gastrointestinales.
Estos hallazgos son especialmente significativos porque ahora entendemos que muchas condiciones de salud física y emocional se originan en el intestino. La enfermedad de Parkinson es sólo un ejemplo de una condición de salud que comienza en el intestino y cuyos efectos se transmiten a lo largo del nervio vago hasta el cerebro. Las investigaciones sobre la enfermedad de Parkinson han descubierto que los hombres adultos que padecen estreñimiento tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar la enfermedad de Parkinson. Esto corrobora la idea de que los primeros síntomas de la enfermedad comienzan en el intestino. Otras afecciones médicas que pueden comenzar con problemas intestinales son el autismo, la demencia, la esclerosis múltiple y los accidentes cerebrovasculares. A medida que la investigación se centra en esta conexión crucial entre el intestino y el cerebro, la importancia de mantener el intestino sano es aún más evidente.
Mejorar la salud intestinal de forma natural
Además de seguir una dieta sana y variada, las siguientes sugerencias son excelentes formas de garantizar una salud intestinal óptima a medida que se envejece.
Consumir más probióticos
Los probióticos son microbios del intestino que benefician la salud en general. El cuerpo depende de un flujo constante de probióticos para mantener la diversidad del microbioma intestinal. Es posible obtener probióticos comiendo una amplia gama de alimentos fermentados, como chucrut, kombucha, kimchi y verduras fermentadas. En caso de temer que no se ingieran suficientes probióticos en la dieta, también se puede tomar un suplemento probiótico de alta calidad.
Consumir fibra prebiótica
Los prebióticos son esenciales para ayudar a las bacterias saludables a prosperar en el intestino, y también pueden ayudar a fortalecer y multiplicar los probióticos en el mismo. Los espárragos, los plátanos, el ajo y las cebollas son fuentes ricas en este tipo único de fibra.
Reducir el consumo de azúcar
Si se consumen alimentos con alto contenido de azúcares refinados, se está alimentando a las bacterias dañinas del intestino. Esto crea un desequilibrio que da lugar a muchos problemas, como las afecciones metabólicas. Incluso los edulcorantes artificiales pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas y diabetes, por lo que es aconsejable reducir el consumo de todos los edulcorantes en la medida de lo posible.
En general, una dieta saludable, junto con mucho ejercicio y un sueño de calidad, nos ayudará a mantener un intestino más sano. También reducirá el riesgo de padecer la mayoría de las enfermedades. Incluso los pequeños cambios en la dieta pueden tener un gran impacto en la salud del intestino, lo que, a su vez, mejorará el estado de salud emocional.