El cielo nocturno es una parte importante de la cultura humana. Nos referimos a personajes famosos como “estrellas” y hacemos infinitas referencias al cielo nocturno sin darnos cuenta. La “Noche estrellada” de Van Gogh y otras grandes obras de arte basadas en el cielo nocturno siguen inspirando a millones de personas. Aunque la oscuridad nocturna ha sido históricamente una parte importante de la vida humana a nivel existencial, también es crucial para la salud humana.
Perdiendo el cielo nocturno
La tecnología moderna ha permitido que la civilización humana florezca como nunca antes. Podemos trabajar en turnos impares, entretenernos hasta altas horas de la noche y seguir viviendo nuestras vidas mucho después de que se haya puesto el sol. Incluso podemos caminar con relativa seguridad a altas horas de la noche gracias al alumbrado público. Sin embargo, la luz puede contaminar una zona igual que un producto químico tóxico. Muchas personas viven en lugares donde ya no pueden disfrutar del cielo nocturno. Más de la mitad de los estadounidenses y hasta el 80% de los europeos no pueden ver la Vía Láctea debido a la niebla de luz nocturna de las ciudades y los suburbios. Además, muchas personas viven en zonas del mundo occidental donde sólo pueden ver menos de un centenar de las decenas de miles de estrellas que solíamos ver. El cielo nocturno, que antaño formaba parte de la imaginación humana, es ahora extraño para muchas personas. Cuando Los Ángeles se quedó sin electricidad en 1994, cundió el pánico ante una extraña nube plateada en el cielo nocturno. Esta nube era en realidad la Vía Láctea, que muchos residentes de la zona nunca habían visto debido a la contaminación lumínica de la ciudad.
¿Es la contaminación lumínica una amenaza para el medio ambiente?
Aunque hablamos principalmente del ritmo circadiano en el contexto de la salud humana, todos los seres vivos viven de acuerdo con algún tipo de ritmo. Entre ellos se incluyen los ritmos circadianos o de 24 horas, los ritmos estacionales y los ritmos mensuales. Los niveles de luz son una señal importante de la hora del día, del mes y del año para una gran variedad de organismos. Un mundo moderno lleno de luz constante puede tener graves efectos sobre el medio ambiente.
El New York Times enumeró recientemente las muchas formas en que la contaminación lumínica está afectando a nuestro medio ambiente. Los corales liberan huevos y esperma según los ciclos de la luna. Con la contaminación lumínica que oscurece los niveles de luz de la luna, las poblaciones están muriendo al no haber una reproducción coordinada. Las crías de tortuga marina nacen en las playas y se arrastran hacia los paseos marítimos y los suburbios en lugar de hacia el reflejo de la luna en el océano, lo que provoca una muerte a gran escala. Atraídos por la luz, muchos pájaros e insectos vuelan hacia edificios y luces en lugar de reproducirse o emigrar. Aunque los efectos sobre los humanos pueden ser menos perceptibles, la contaminación lumínica tiene un efecto medible sobre nosotros.
La contaminación lumínica y la salud humana
El ritmo circadiano humano está controlado por la luz o la falta de ella. Cuando nuestras retinas dejan de percibir la luz, envían señales al núcleo supraquiasmático (NSC) del cerebro, que a su vez indica a otros centros cerebrales que produzcan sustancias bioquímicas y hormonas que inducen el sueño. Estas hormonas también desempeñan otras funciones importantes, como reparar el ADN, consolidar los recuerdos y eliminar los residuos metabólicos de las células. La contaminación lumínica no sólo nos cansa, sino que tiene una serie de efectos negativos que se acumulan a lo largo de la vida.
Las autoridades médicas reconocen cada vez más que la luz nocturna puede ser un poderoso riesgo para la salud. Nos advierten de que evitemos las pantallas y bajemos la intensidad de las luces al menos una hora antes de acostarnos. Sin embargo, la contaminación lumínica derivada de la civilización humana puede tener efectos iguales o incluso mayores. Los habitantes de zonas urbanas bien iluminadas son más propensos a sufrir trastornos del sueño y afirman sentirse fatigados durante el día. Por ello, la Asociación Médica Estadounidense ha advertido contra la iluminación brillante y de alta temperatura, como las farolas LED. Este tipo de luz viaja más lejos, ilumina más la noche y tiene un mayor efecto en nuestro cerebro. Aunque iluminar las ciudades y los suburbios con farolas es necesario para la seguridad humana, la elección de la luz puede marcar una gran diferencia en la forma en que los residentes de la zona duermen por la noche.
Stephen Hawking aconsejó una vez a la gente: “Mira a las estrellas y no a tus pies”. Es crucial tanto para la salud humana como para la del medio ambiente que tengamos una noche oscura. Sin embargo, la vida moderna hace que esto sea difícil e incluso, a veces, imposible. Restaurar una noche oscura y estrellada y, por tanto, un ritmo circadiano saludable a nuestra existencia puede ser una medida de salud pública importante y necesaria.