En los círculos profesionales, la vitamina C se conoce principalmente por su nombre químico “ácido ascórbico”. Como todas las demás vitaminas, no puede ser sintetizada por el cuerpo humano, sino que debe absorberse a través de los alimentos. Cualquier excedente que el cuerpo no necesite se excreta rápidamente por los riñones. No hay forma de almacenar esta vitamina en el organismo a largo plazo. Por lo tanto, una sobredosis de vitamina C es prácticamente imposible. Especialmente los cítricos de todo tipo son fuentes ricas en vitamina C, pero también el brécol, los pimientos rojos y las grosellas. La coliflor y las fresas también son ricas en ácido ascórbico. La vitamina C es una vitamina hidrosoluble y se considera un nutriente esencial.
La vitamina C desempeña importantes funciones en el cuerpo humano. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el fortalecimiento del sistema inmunitario. La vitamina C puede contribuir al funcionamiento normal del sistema inmunitario y ayudar a mantenerlo durante y después de una actividad física intensa. También contribuye a un metabolismo energético normal y, por tanto, reduce el cansancio y la fatiga. La vitamina C también influye en la absorción del hierro en el organismo, por lo que desempeña un papel importante en la producción de energía. Además, la vitamina C también interviene en la síntesis de colágeno favoreciendo su síntesis. El colágeno es responsable de la formación de numerosos tejidos, por lo que también es importante para los ojos, los huesos, los vasos sanguíneos y el cerebro.
La vitamina C también sirve de protección celular universal. Por último, pero no menos importante, la vitamina C puede apoyar una función normal del sistema nervioso y contribuir a la regeneración de la forma reducida de la vitamina E.
Si la ingesta de vitamina C a través de la dieta no es suficiente o hay una mayor necesidad, este nutriente puede complementarse con suplementos dietéticos especiales.
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